Conducía camino a casa. Mi corazón acelerado daba repetidos
golpeteos en mi pecho. Había perdido a la mujer de mi vida. Aquello iba a ser
un total y tremendo infierno sin ella, sumido en la soledad más infinita que
podía existir. Todo me daba igual. No me importaba otra cosa que no fuera ella.
La lluvia me impedía ver, por lo que tuve que pasar los limpiaparabrisas. No me
refiero a la lluvia real, sino a la lluvia en mi corazón, que se manifestaba en
forma de lágrimas que se agolpaban en el borde de mis párpados, acumulándose en
las pestañas. Me impedían ver con claridad la carretera, por lo que tenía que
pestañear de vez en cuando para que brotaran hacia abajo. Pero al instante,
otras nuevas sustituían a las que se habían ido. No podía hacer que aquello
parase. Lo intentaba, pero mi pena era tan grande que lloraba
inconscientemente. Llegué a casa y metí el coche en el garaje. Las llaves de
mamá no estaban sobre la mesita del recibidor, por lo que intuí que fue a hacer
la compra o algo. Llegué a mi habitación a toda prisa y cerré la puerta
lentamente. Me di la vuelta y me apoyé en la puerta, inclinando la cabeza hacia
atrás. Me deslicé hacia el suelo y me senté en el parqué. Recogí las piernas
con los brazos, abrazándome, apegándomelas al cuerpo y cogiendo una posición
fetal en el suelo. Hundí la cabeza en mis rodillas. Me desmoroné y comencé a llorar como si no hubiera un
mañana. No podía estar más triste en aquel momento. Las lágrimas no cesaban.
Grité con todas mis fuerzas. Puñetazo a la puerta. Por suerte no me la cargué.
No iba a poder aguantar aquello. Me dolía la cabeza de tanto llorar y tenía los
ojos irritados, las lágrimas no cesaban.
Aquella historia de amor había llegado a su fin.
Probablemente, para cuando Lucy volviera, ya me habría olvidado o simplemente,
se habría enamorado de otro. Tal vez me querría como a un amigo más. Sólo
confiaba en que no olvidara todo lo que habíamos vivido juntos y lo feliz que
me había hecho durante ese tiempo. Gracias a ella yo había salido adelante.
Pero ahora, me hundía en los amargos recuerdos y en la más profunda tristeza.
Me levanté del suelo lentamente, tambaleándome al
levantarme. Busqué a tientas el escritorio, pues las lágrimas me impedían ver,
otra vez. Conseguí encontrarlo, me senté y comencé a escribir en mi cuaderno.
Líneas y líneas de versos, que nunca acababan. Rompí la punta de la pluma de la
gran impotencia que sentía. Derramó su tinta sobre el papel, manchándolo todo.
Las lágrimas que brotaban de mis ojos caían en el cuaderno, por lo que se
mezclaron con las líneas, dejando manchas mojadas. La tinta se corroía. Lo
estaba dejando todo hecho un desastre, pero poco me importaba. Ya lo pasaría a
limpio en cualquier otro momento. Arranqué la página en la que se encontraba la
gran mancha de tinta, donde mis lágrimas se diluían y formaban un mar de
lágrimas y tinta. Arrojé la página con rabia a la papelera. Seguí escribiendo
pero tanto esfuerzo fue en vano, ya que las lágrimas seguían cayendo y lo
estaba empapando todo. Y es que, cuando un escritor es lastimado, derrama sus
lágrimas en tinta.
Intenté controlar mi llanto y tras muchos intentos y un gran
autocontrol, lo conseguí. Dejé el cuaderno de poemas aparte y saqué un folio de
un color similar al de un papiro, con un tono amarillento. Lo único que podía
hacer era plasmar aquella tristeza en el papel. Era la mejor manera de
desahogarme. Escribí una especie de carta para Lucy, que nunca la recibiría. En
la carta no le escribía nada que no supiera ya. Le escribía contándole cuánto
la amaba y que ella era la razón de mi ser, la razón de mi existencia, por lo
que yo seguía aquí. Pero todo había acabado. Me salió con una cierta rima y un
tono de musicalidad, sería que lo de la poesía lo llevaba en la sangre. Pero
intenté adaptarla a un lenguaje que ella entendiera.
El silencio, compañero de la noche, que solo lo interrumpen los
suspiros de recuerdos que a duras penas emite mi alma, mientras agoniza tu
ausencia, y se pregunta ¿Porque no estás aquí? ¿Por qué no vuelves?
Mientras tanto te pienso, bonita, dulce y alegre; de piel
aterciopelada, impregnada por ese sutil aroma que se obtiene en los campos de
amapolas.
Será que tanto te extraño, que pienso en aquel día que te vi y que se
paralizaron mis sentidos al ver tu silueta, ese sentimiento que me envolvía e
invadía solo al verte, un fuerte palpitar dentro de mí, capaz de mover montañas
y de hacer cosas imposibles e inimaginables.
Desde que te alejaste solo me consuela la luna, que alumbra mi rostro
humedecido, por las lágrimas que llevan tú nombre. A la cual pregunto por ti y
el por qué de no merecerme tu amor; pero ni ella ni nadie me da la respuesta…
¿Qué habré hecho mal? ¿A caso seré merecedor de esta gran pena?
Será que no oyes mi llanto, será que no ves mi anhelo. Tal vez mi amor
nunca te convenció, tal vez nunca merecí amarte; quisiera cerrar el libro del
recuerdo, dejando paso al presente, encontrando el amor verdadero igual al que
tú pudisteis darme.
Nunca me atrevería a mandar aquella carta. No mientras Lucy
estuviera en Inglaterra, no quería que volviera por mí. Conociéndola como la
conocía, sería capaz. No quería arruinarle su futuro. Así que cogí una carpeta
vacía y guardé la carta, junto con el cuaderno de poemas. Encendí el equipo de
música y me tumbé en la cama, boca abajo, para que los cojines y la almohada
pudieran ahogar mi llanto. Más me acordaba de ella, más lloraba. La cabeza me
iba a reventar. Dejé que mi mente volara a otra dimensión, mientras la música
me envolvía completamente.
Cuando quise darme
cuenta, me había transportado a mis sueños. Me había quedado dormido. ¿Era
posible llorar también en los sueños? Porque yo lo estaba haciendo, todo
parecía tan real. En mi sueño, Lucy había vuelto. Estábamos en una especie de
parque y me estaba contando todo lo que había hecho por Inglaterra. Los dos
reíamos, felices. No sabía si lloraba de tristeza o de felicidad. De la nada,
apareció un chico con un físico atractivo, del que cualquier chica adolescente
se enamoraría. Era alto y tenía el pelo enmarañado, con los mechones rubios
cayéndole por la frente. Se acercó hacia el lugar donde nos hallábamos, se
sentó en el banco y abrazó por la cintura a Lucy, mientras le daba un tierno
beso en la mejilla. Cualquiera diría que era un amigo, un amigo muy íntimo. O
incluso su hermano. Pero su comportamiento no era el más habitual siendo un
amigo, pues Lucy se giró y los dos se besaron en los labios. Me quedé anonadado
ante la escena que estaba presenciando. Lucy me presentó a su nuevo novio
inglés.
De pronto todo se volvió negro, con putitos de colores
bailando y danzando en la oscuridad, y abrí los ojos. Desperté en mi cama,
debía de ser de madrugada. Las 4 o así. Miré mi móvil, las 4 y 25 de la mañana.
Me había quedado dormido por la tarde, por lo que había estado mucho tiempo
durmiendo. Realmente, me parecieron minutos. Estaba sudando, a pesar de tener
frío. Mi cara de espanto era una clara representación del sueño que acababa de
tener. Por el pequeño hueco entreabierto de la ventana, entraba un aire gélido,
que hacía tintinear las campanitas de mi atrapasueños. Olía a tierra mojada. Me
encantaba ese olor. Intuía que fuera estaba lloviendo. Me levanté de la cama
para comprobar si estaba en lo cierto. Abrí la ventana del todo, disfrutando de
aquella fragancia. Amaba ese tiempo, el breve período entre el fin del verano y
el comienzo del otoño. Un tiempo que estaba loco, al igual que yo. ¿Había
acertado en mi suposición? Sí y no. Supuse que estaba lloviendo por el frío
aire que corría de vez en cuando y por el olor a tierra mojada, pero no era
exactamente así. No estaba lloviendo en aquel momento, si no que había llovido
mientras yo dormía. Y, por lo que parecía, hacía ya un buen rato que había
parado. El asfalto de la calle estaba ligeramente humedecido, señal inequívoca
de que había parado de llover hacía mucho rato.
Repentinamente, me acordé de aquellos días lluviosos junto a
Lucy, sin importarnos que la lluvia cayera sobre nosotros. Haciendo el tonto
por la calle y sin parar de reír. Otra lágrima cayó y se mezcló con las demás
gotitas acumuladas en el alféizar de la ventana. Aquella fue la primera noche,
después de su partida, que soñé con Lucy Jones. Mi Lucy.
Hola!
ResponderEliminarPodrías afiliarme? Te dejo mi blog:
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Muchísimas gracias de antemano!! :D
Claro! Ahora mismo te afilio, un saludo :)
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