domingo, 14 de septiembre de 2014

CAPITULO 4

Me desperté entrecerrando los ojos, pues los primeros rayos del sol atravesaron el gran ventanal que allí se encontraban para impactarme en la cara. No podía ver nada, así que tuve que pestañear varias veces hasta acostumbrarme a aquella luz cegadora. Se oía música abajo, por lo que supuse que la fiesta aún seguía. Los jóvenes de hoy en día no nos cansamos de tanta fiesta. Giré levemente la cabeza hacia mi derecha y me encontré a Lucy abrazada a mí, en un profundo sueño. Estábamos tumbados en aquel sofá negro de piel que se encontraba en el centro de la habitación donde nos hallábamos. Era un sofá muy amplio, por lo que los dos cabíamos a la perfección, e incluso sobraba espacio. Estábamos muy juntos y ambos nos encontrábamos desnudos, sin ropa. Observé como Lucy dormía, con una respiración muy profunda y muy aferrada a mí. Tenía una casi sonrisa dibujada en la comisura de los labios. La besé tiernamente en la frente y la estreché contra mi pecho desnudo. Abrió los ojos lentamente y me miró con sus hermosos ojos azules que penetraban hasta el alma. Aquella mirada era capaz de poner el vello de punta a cualquiera. Bostezó.
-Buenos días, cariño –la saludé muy alegre.
Después de la noche que habíamos pasado juntos, nada podía arruinarme aquel día. Hacía una mañana esplendida de comienzos de verano, había pasado una noche maravillosa junto a mi novia y ahora yacía en un sofá con ella, abrazados. ¿Acaso podía irme mejor?
-Buenos días, cumpleañero –me contestó sonriendo.- ¿Te gustó?
-¿El qué? –pregunté sobresaltado.
-Lo de anoche –dijo mordiéndose el labio inferior. ¿Estaba intentando provocarme?
-Me encantó, fue increíble. Cuando quieras repetimos –le sugerí guiñándole un ojo.
Me sonrío y se acercó a mi boca para darme un beso, pero se quedó a medio camino. Su boca a un centímetro de la mía. Nuestras respiraciones se alteraron y mi pulso cardíaco se aceleró. Me estaba probando, estaba jugando conmigo. Cuando se lo proponía, Lucy podía llegar a ser mala, muy mala. Ella quería saber si yo podría resistir la tentación de besarla. Quise hacerme el duro, así que mantuve la posición, sin moverme. Giré un poco la cabeza, para que nuestras narices no chocaran, haciéndola creer que iba a lanzarme. Seguí manteniendo mi boca a un centímetro de la suya. Pasó un minuto que me pareció una hora que me pareció una vida entera. Al final no pude resistirme y me lancé para besarla como si no hubiera mañana. Había perdido, pero me daba igual, la tenía a ella y era lo único que deseaba en aquel momento. Ella, ella y ella. Mi Lucy. Tenía que admitir que era mi debilidad, así que no pude aguantar mucho sin besarla. El beso se prolongó y cuando iba a terminar, Lucy agarró mi labio inferior entre sus dientes y me mordió cariñosamente. Tras el beso, vi que se relamió los labios. Buena seña, significado de que le había gustado. Me encantaba esa chica.
Nos vestimos tras darnos los buenos días mutuamente, unos buenos días bastante bonitos. Miré mi teléfono móvil. Las 7:50 de la mañana. Tras vestirnos ordenamos un poco la habitación, ya que había un enorme desorden de la noche anterior. Bajamos al patio donde se celebraba la fiesta y para mi sorpresa aún quedaba la misma gente. Pensé que algunos se habrían cansado y hubieran preferido irse a casa a descansar, pero no era así. Todo el mundo seguía allí bailando y bebiendo, sin importar la hora que fuese o el tiempo que llevaran allí. No perdían la energía. Kevin me vio bajar de la mano con Lucy y me saludó a voz en grito.
-Por ahí viene el cumpleañero más fiestero –dijo para que todo el mundo lo escuchara. Los demás empezaron a aplaudir y a silbar ruidosamente.- Y parece ser que ha pasado una muy buena noche.
Yo sonreí tímidamente notando como el rostro se me ponía rojo y subía de temperatura. Al llegar a la altura de Kevin, este me echó el brazo por el hombro apartándome de mi novia y llevándome en dirección a la piscina. Miré hacia atrás pero Lucy me sonrío indiferente y se puso a charlar con un grupo de chicas que había por allí.
-Buenos días campeón. Espero que hayas pasado una buena noche –me dijo Kevin mientras caminábamos.
-Bueno… sí –admití cabizbajo.- Y la fiesta al final no ha estado tan mal.
-Claro hombre, uno no cumple 18 años todos los días –sonrió y nos paramos en saco al borde de la piscina.- Nosotros hemos querido darte los buenos días a nuestra manera, de una forma muy original. ¡Ahora muchachos!
Me temí lo peor. Un gran pelotón de chicos se dirigió hacia mí vociferando y corriendo a toda prisa. No sabía si cerrar los ojos o echar a correr. Correr era imposible, pues Kevin me tenía sujeto del brazo para que no escapara. Era fácil soltarse de aquel amarre, pues yo era más corpulento que Kevin y tenía más fuerza, bastaba con apretarle un poco en la muñeca y abriría la mano instantáneamente, momento que yo aprovecharía para echar a correr. Pero mi esfuerzo sería en vano pues acabarían cogiéndome de todas maneras. Así que no me resistí mucho. Entre todos me cogieron en brazos y me tiraron a la piscina sin previo aviso. Me zambullí en el agua fría de aquella piscina dejando tras de mí una serie de burbujas que ascendió hasta la superficie. Esbocé una gran sonrisa bajo el agua. Los oídos me zumbaban debido a la presión que había en aquella profunda piscina. Noté como la ropa mojada pesaba más y me tiraba hacia abajo, hacia el fondo. Suerte que Lucy había guardado mi móvil y mis llaves en su bolso.
 En los 3 segundos que estuve bajo agua me dio tiempo a pensar en muchas cosas, como si el tiempo se hubiera detenido para mí. Reflexioné sobre lo que había ocurrido la noche anterior con Lucy, fue una noche muy especial para mí. Una noche mágica. Lucy y yo ya lo habíamos hecho otras muchas veces, pero aquella noche fue… diferente. Se puso guapa para mí y me hizo cosas que hasta aquel entonces nunca me había hecho, me hizo sentir muy especial. Tuve que admitir que todo fue muy bonito. Y sobre la fiesta también pensé. Siempre me limitaba a ver el lado malo de las cosas, tenía que ser un poco más optimista. Desde la muerte de mi padre mi carácter y mi personalidad habían dado un gran cambio. Tenía que asimilar el hecho de que él ya no iba a volver, no por eso iba a dejar de echarlo de menos pero podía empezar a dejar de pensar tanto en el pasado y centrarme más en ser feliz. Tenía que agradecer a Kevin, a Eric a todos los que hubieran ayudado a montar aquello, todo el esfuerzo y el empeño que habían puesto para que aquello fuese posible. Para agradecer a Lucy todo lo que había hecho por mí en todo ese tiempo, no tenía palabras. Probablemente, aquel figuraba entre los mejores días de mi vida. Mi decimoctavo cumpleaños sería un cumpleaños que nunca olvidaría.
De repente, me encontraba en la superficie, fuera del agua, cogiendo una bocanada de aire para poder volver a respirar con normalidad. Se oían las carcajadas de mis amigos a lo lejos, aun que los tenía frente a mí. Seguramente sería porque tenía los oídos taponados y el agua me impedía oír con claridad. Salí a trompicones por la escalera de la piscina, pues la ropa me empujaba hacia abajo de nuevo. Una vez fuera, sacudí la cabeza a ambos lados y noté como el agua salía fuera para dejar paso a las carcajadas, ahora nítidas, de mis amigos.
-¡Qué cabrones! –exclamé mientras me unía a sus risas.
En un arrebato de locura, se tiraron todos juntos a la piscina, pero ellos se quedaron en ropa interior. Yo los seguí sin importarme, pues ya estaba mojado de pies a cabeza y me volví a tirar a la piscina. Estuvimos jugueteando todos en la piscina, como si fuésemos chiquillos. Salí de la piscina y Kevin me miró de arriba a abajo.
-Joder tío, te has puesto chorreando. Ve a mi cuarto si quieres y cámbiate de ropa.
-Será mejor –dije yo riendo.
-Primera planta, pasillo izquierdo, segunda habitación.
Alcé una ceja para que mi confusión se hiciera presente, no tenía ni idea de cómo moverme por esa enorme casa.
-¿Te acompaño? –me preguntó al ver mis cejas arqueadas.
-Casi que lo prefiero, porque seguro que me pierdo  – le dije mientras echábamos a caminar.
Por el camino me encontré con Lucy, quien me preguntó que a donde iba y le señalé la ropa mojada con cara inocente. Me sonrío. Subimos las escaleras del patio para llegar a la primera planta e ir en busca de la habitación.
Mientras íbamos hacia la habitación, le fui contando a Kevin la noche que había pasado con Lucy. Kevin era uno de mis mejores amigos, así que tenía la suficiente confianza para contarle esas cosas. Encontramos la habitación y entramos. Empecé a desnudarme para cambiarme de ropa mientras Kevin y yo charlábamos. De repente Kevin preguntó:
-¿Te vas a desnudar aquí delante mía o prefieres que salga al pasillo?
-Tío, ¿es que no estás acostumbrado a verme en las duchas del gimnasio de la universidad en bolas? –bromee.
-Cierto –río conmigo.
No me daba vergüenza ya que Kevin era un muy buen amigo de la infancia y habíamos crecido juntos. Ya me había visto en más de una ocasión así, por lo que no me importaba mucho. Me mostré indiferente. Seguí contándole mi experiencia con Lucy y diciéndole lo especial que fue para mí.
-Espera, espera, espera… -me cortó.- ¿Usaste protección?
-¡Pues claro! –contesté entre carcajadas.- No queremos un mini Charlie, aún… En fin, ¿donde guardas la ropa?
Kevin me señaló en dirección a la esquina de la habitación. Fui hasta allí y me topé con un armario de madera que parecía de nogal, con un aspecto un tanto antiguo. Lo abrí y encontré ropa de Kevin.
-Elige la que quieras, te la puedes quedar como regalo de cumpleaños.
-No hace falta, tío. Bastante bien os estáis portando conmigo –le dije yo con una sonrisa sincera.- Luego te la devolveré.
Cogí unos bóxers que aún no habían sido estrenados, aún conservaban la etiqueta, de un cajoncito que había dentro del armario. Cogí también unas bermudas vaqueras por encima de la rodilla de un azul cian muy bonito y una camiseta con una frase en inglés. Pensé que la ropa me iba a quedar pequeña, puesto que yo era más corpulento y musculoso que Kevin, quien era más delgado comparándolo conmigo. Me puse la ropa que había escogido y me miré en un pequeño espejo que había allí. Mientras me ponía la camiseta vi un pequeño arañazo en mi espalda, muy reciente. Esa noche, Lucy no se había portado nada mal. Terminé de vestirme y me di cuenta de que la ropa no me quedaba tan mal como había supuesto antes de ponérmela. Los pantalones se adaptaban a mis piernas y la camiseta se me quedaba un poco estrecha pero a la vez me favorecía, ya que se me quedaba ceñida al cuerpo, mostrando la esbelta figura de un chico de 18 años con un cuerpo de gimnasio. Metí la ropa mojada en una bolsa.
-La dejo aquí, ¿vale? –le pedí permiso.- Luego cuando me marche me paso a recogerla.
-Sin problemas.
Mientras volvíamos juntos al patio me percaté de que, a pesar de haberme mojado, aún tenía el perfume de Lucy impregnado en mi piel. La mejor sensación que había experimentado alguna vez, sin duda. Llegar a casa después de haber estado con Lucy y percatarme de que mi ropa o incluso yo, aún conservaba su fragancia. Al llegar de nuevo al patio, me acerqué de nuevo a Lucy.
-Voy a pedir, ¿quiere algo la señorita? –le pregunté.
-Una vida junto a ti –me contestó alzando las cejas.
Esas palabras me reconfortaron y me hicieron sentir el hombre más feliz del mundo. La abracé tan fuerte como pude.
-No puedo respirar –dijo entre mis brazos, bromeando.
La fiesta prosiguió y volví a la pista donde todos se encontraban para bailar y hacer el tonto con mis amigos y mi novia. Todo estaba siendo estupendo.
Vi a Kevin hablando por teléfono y tras colgar volvió a subirse a la misma mesa que la noche anterior, donde descorchó el champán.
-¡Escuchadme todos! –se hizo el silencio y el dj bajó el volumen de la música.- Se ha acabado lo bueno. Mis padres me han llamado y me han dicho que vayamos desalojando esto  porque vienen para acá. Espero que hayáis disfrutado mucho de esta fiesta y ya sabéis que pronto la volveremos a liar parda otra vez. Un placer pasarlo bien con vosotros –mandó un beso a todos los allí presentes y pego un brinco para bajar de la mesa.
Kevin y su típico sentido del humor. Nunca fallaba. Fuimos desalojando aquello y Kevin se quedo allí limpiando.
-Colega, ¿te echo una mano? –le pregunté amistosamente. No me importaba quedarme allí un rato más ayudando a recoger. Era lo mínimo que podía hacer después de todo lo que ellos habían hecho por mí.
-No, no. Tranquilo. Ya me quedo yo. Ve a casa y descansa, mamonazo – alborotó el pelo desordenado de mi cabeza.
-Como quieras. Ya nos veremos por la universidad, luego hablamos.
 Subí las escaleras hacia la planta baja con Lucy.
-Espera un momento, voy a por mis cosas –le dije.
La dejé en el hall de la casa y fui a toda prisa a por la bolsa. Volví lo más rápido que pude, no me gustaba hacer esperar a la gente. Al volver me encontré a Lucy hablando con Eric. Me acerqué para ver de qué hablaban y saludé a Eric. Atravesamos el hall y salimos a la calle mientras los tres íbamos hablando. Le pedí a Eric si podía llevarnos en el coche a casa.
-Tranquilos, yo vine con unas amigas así que me iré con ellas. Nos vemos en la universidad el lunes, Charlie –se inclinó hacia adelante para besarme.- ¡Adiós Eric!
Nos dedicó una gran sonrisa a ambos mientras se alejaba hacia un coche donde se encontraban más chicas con las que ella se juntaba. Se montó y el coche desapareció por la carretera.
Me monté en el Lamborghini negro de mi amigo y esta vez cerré la puerta con más delicadeza. Eric me miró con el horror y la preocupación dibujada en su rostro.
-¿Qué? Esta vez he cerrado despacio –me quejé mientras reía entre dientes.

-No es por eso. Tío, tengo que contarte algo…

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