Tras admirar un rato el mar, Lucy y yo nos dimos cuenta de
que se estaba haciendo demasiado tarde e íbamos a llegar tarde a la fiesta. Nos
levantamos y sacudiéndonos la ropa impregnada de arena, nos dirigimos juntos a
la escalerita de madera con la intención de ir a la misteriosa fiesta que me
habían preparado. Estaba preparado para lo peor, conociendo a mis amigos seguro
que la habían liado parda. Bueno… ya se vería cuando llegara el momento.
Llegando al paseo marítimo vi a lo lejos un Lamborghini descapotable negro muy
elegante.
-¡Guau! Vaya cochazo –exclamé alucinado.- Ojalá tuviera yo
un coche así. ¿De quién será?
Lucy se limitó a mirarme con una sonrisa pícara en la cara.
Llegamos a la altura del coche y del asiento del conductor se bajó Eric, uno de
mis mejores amigos, que por lo que veía era también cómplice de aquella dichosa
fiesta.
-Bueno… ¿vienes o qué? –me preguntó Eric alegremente.
La mandíbula se me abrió y me quedé anonadado admirando
aquella preciosidad. Tuve que concentrarme para salir de mi estado de
alucinación y poder contestarle a Eric.
-Esto… ¿voy a ir a la fiesta montado aquí? –pregunté aún
flipándolo.- ¿En serio?
-Si prefieres ir a pie… -me contestó Eric soltando una
carcajada.
-Yo mientras iré a casa a cambiarme –dijo Lucy excusándose.-
Nos vemos dentro de un rato amor.
Se puso de puntillas, puesto que era más bajita que yo, para
alcanzar a darme un tierno beso de despedida en la mejilla. Se alejó con prisa,
supuse que porque no podía perder ni un minuto pues la fiesta iba a comenzar en
un rato. Abrí la puerta de ese maravilloso coche y tras entrar, me acomodé en
el asiento pegando un estridente portazo.
-¡Eh! ¡Cuidado tío! –me dijo Eric con la preocupación
reflejada en su cara.
-Lo siento –me disculpé.
-Era broma tío, no pasa nada. –volvió a bromear Eric.
Eric era un año mayor que yo, puesto que ya tenía carnet de
coche. Pronto yo también lo tendría. Era un chico alto, de tez pálida y ojos
azules, con el pelo marrón claro que a la luz soltaba destellos dorados.
Conociéndolo como lo conocía, seguro que él disfrutaría de la fiesta incluso más
que yo. Era un chico muy juerguista y no se perdía una sola fiesta de la
ciudad. No iba conmigo a la universidad, pues al acabar el instituto se puso a
trabajar en el restaurante de sus padres. Así era como se costeaba todos sus
caprichos como el coche, el pedazo de móvil que tenía, las fiestas…
-Bueno… ¿preparado para tu gran fiesta de cumpleaños?
–preguntó con un tono entusiasta.
-Supongo… en realidad no sé qué contestar a esa pregunta
–dije mientras reía.
-Tranquilo, lo pasaremos muy bien –me dijo con su típico
tono alegre.
Tras decir esto pisó el acelerador y cruzó a lo largo el
paseo marítimo en menos de una fracción de segundo. Al final del paseo marítimo,
giró a la izquierda con intención de dirigirse a la ciudad, o eso es lo que yo
creía…
-¿Dónde vamos? –pregunté intrigado.
-Se supone que es una sorpresa, pero a estas alturas lo que
no sepas ya… La fiesta es en el chalet de Kevin –confesó.- Todos te están
esperando.
Tras decir esta última frase mis nervios se dispararon. Estaba
inquieto. Aun que no me gustaran las sorpresas tenía una gran intriga por saber
qué pasaría y lo que estos habrían sido capaces de montar.
El viento nos azotaba en la cara debido a la velocidad que
llevaba el coche. Eric puso su canción favorita con un volumen muy alto y
empezó a cantarla. Definitivamente, estaba loco de remate. Estaba empezando a
asustarme.
-No tengas miedo –soltó una carcajada.- Ya sabes cómo soy.
Canta conmigo, ¡vamos!
Casi no podía escucharlo pues el volumen de la música me lo
impedía. Pude identificar la canción por la letra ya que era una de mis
favoritas también. Eso era lo bueno que tenía con Eric, era uno de mis mejores
amigos y compartíamos muchos gustos. Subió aún más el volumen de la música. Era
All of me, de John Legend. Yo conocía
la versión original, pero la que él llevaba puesta en su coche era una versión
más movida. Empezó a cantarla y con un gesto de la mano supe que me estaba
invitando a cantarla con él. Entonces yo me dejé llevar…
Cause all of me
Loves all of you
Love your curves and
all your edges
All your perfect imperfections
Give your all to me
I’ll give my all to
you
Fue un momento de subidón de adrenalina. En ese justo
instante nos creíamos los reyes de la carretera. La canción siguió hasta que
terminó y ya bajó un poco el volumen de la música. Estuvimos como una media
hora conduciendo por la carretera en dirección a las afueras de la ciudad.
-Ya falta poco –comentó él.
A los 3 minutos ya veíamos el gran chalet de Kevin. A la
entrada del chalet había una multitud de gente apiñada.
-Ya viene, ya viene. ¡Escondeos! –se oía decir a algunos.
Tendrían toda la buena intención del mundo pero eso de dar
sorpresas a ellos como que no les pegaba mucho. Reí en mi fuero interno.
-Aun que ya lo sepas todo, no olvides poner cara de sorpresa
–me dijo Eric con su tono bromista de siempre.- No queremos que se lleven una
decepción.
-Vale, vale. Lo tendré en cuenta –dije yo riendo a
carcajadas.
Aparcó el coche en la explanada que había frente a la gran
casa. Nos bajamos del coche y fuimos dirección a la casa. Cerró el coche
pulsando el botón de las llaves y un pitido se oyó detrás de nosotros indicando
que se había cerrado, seguido de una iluminación de los faros delanteros, que
nos hicieron sombra en el asfalto del suelo.
Empezamos a subir los peldaños lentamente, sin indicios de
prisa en nuestras pisadas. Llegamos al gran portón de madera.
-Haz los honores –dijo Eric.
Toqué el timbre y una musiquita sonó por toda la casa. Rápidamente
alguien abrió. Era Kevin.
-Hey, ¿qué pasa chavales? –dijo haciéndose el tonto.
Nos invitó a entrar y no me dio tiempo a cruzar el umbral de
la puerta cuando el bullicio de gente salió de sus escondites con pancartas,
matasuegras y mucho, muchísimo, confeti. Todos profirieron el grito de Feliz cumpleaños Charlie. Eric me hizo
una mueca para que mostrara alegría en mi rostro y la vez sorpresa. Fingí lo
mejor que pude.
Tras limpiar todo aquel desastre de papelitos y tiras de
diversos colores, empezó la fiesta de verdad. Kevin tenía un casón
impresionante, con tres plantas y grandes ventanales en las paredes. Tenía un
patio trasero con un pedazo de piscina. Todo estaba genial. Varias personas con
las que me cruzaba por la casa se paraban a charlar conmigo y así poder
felicitarme personalmente. Había muchas personas que no conocía, otros eran
conocidos, los cuales sus caras me sonaban de habérmelos cruzado por el campus,
y luego estaban mis amigos, en los que el número disminuía.
-¡Felicidades Charlie! –me decían muchos desconocidos.
-Gracias –contestaba yo cortésmente, por quedar bien.
Hice el intento de buscar a Kevin por toda la casa, pero era
como si intentara buscar una aguja en un pajar. Al final, lo encontré charlando
con su novia en el hall de la casa.
-Kevin, ¿me disculpas un momento? –le dije, sin darle tiempo
a contestar y agarrándolo por el brazo para llevármelo de allí.- Será un
segundito –dije mostrando una sonrisita nerviosa a su novia.
-¿Qué pasa? –me preguntó cuando nos encontramos sin nadie que
pudiera oírnos.
-¿Cómo que qué pasa? ¿Has visto todo esto?
-Mola, ¿eh? –admitió orgulloso por todo el trabajo que había
montado.
-Sabes que no me gustan estas cosas Kevin y lo dejé muy
claro. No quería sorpresas –repliqué yo un poco alterado.
-Relájate tío. Es solo una fiesta. Verás cómo lo pasaremos
genial –me dijo guiñándome un ojo.- Por cierto, ¿dónde está Lucy?
-Dijo que iba a casa a cambiarse de ropa. Supongo que
llegará pronto. –dije ahora un poco más relajado.
-Vale. Oye, en el patio trasero hay una barra. Tengo allí a
un camarero trabajando. Puedes ir a tomar algo si quieres, mientras viene Lucy
y ya vas saludando a los invitados y tal.
-Está bien.
Me dirigí al patio trasero a través de una serie de pasillos
y una gran escalera que desembocaba en el patio, en la planta baja. Casi todos
los invitados estaban por allí, excepto algunas parejas que se desviaban hacia
las habitaciones para tener más intimidad y a saber qué harían, aun que ya me
lo imaginaba... Nunca había estado en el chalet de Kevin, así que estaba un
poco desorientado. Por fin conseguí llegar al patio. Hubiera preferido un mapa
o un GPS para poder llegar, ya que me llevó su tiempo. Cuando salí al exterior
me envolvió un aire fresco muy agradable. Se notaba que el verano estaba llegando.
Más felicitaciones. Más gente desconocida. Mientras caminaba podía ver a unos
cuantos que se atrevían a saltar a la piscina, con la ropa incluida. Esta
juventud alocada…
Me dirigí a la barra para pedir algún refresco, por ahora
había decidido no beber alcohol.
-Una coca-cola, por favor –le pedí al camarero, quien me
asintió con la cabeza.
Empecé a beber mi refresco mientras observaba el panorama.
Una chica se me acercó y me volvió a felicitar, pero esta se sentó a mi lado y
comenzamos a charlar.
-¿Te conozco? –le pregunté yo frunciendo el ceño.
-Perdona, no me he presentado –rió.- Soy Kate, vamos junto a
clase de mates.
El semblante de mi cara no cambió, aún presentaba la
indiferencia reflejada en mi cara. Había tanta gente en la universidad que era
imposible conocer a todo el mundo, por muy popular que yo fuese.
-Kate Freeman, estoy dos filas detrás de ti en clase –me
especificó la chica.
Hice una mueca e intenté recordar…
-¡Ah, sí! Kate. Sí sí. –la reconocí. Ella río.
La había visto un par de veces por clase. Era una chica
bajita y delgada, con el pelo de una tonalidad castaña pero tirando a
pelirrojo. Tenía unos bonitos ojos color chocolate que le daban mucha
expresividad a su cara. Los mechones de cabello le caían por la frente ya que
tenía un corte de pelo al estilo Cleopatra, con flequillo. En su nariz se podía
ver un piercing en forma de aro. Era muy simpática y resultaba agradable hablar
con ella. Tenía mi edad más o menos, le faltaría poquito para cumplir los 18.
Iba arreglada con una blusa de color rosa y una mini falda a rayas horizontales
blanca y negra. Llevaba puestos unos zapatos de tacón rosas, a juego con la
blusa que la hacían más alta de lo que en realidad era. Llevaba maquillaje,
pero se podía apreciar que el ojo derecho le lloraba un poco, así que llevaba
el rímel un poco corrido. Realmente, era una chica muy guapa.
-Esto… perdona. Pero… llevas el maquillaje corrido. –dije
vergonzosamente.
-Oh, gracias. ¡Qué vergüenza! Me he paseado por toda la casa
así –dijo sonrojandose.- Gracias por decírmelo.
Me lanzó una sonrisa y yo se la devolví. Empezó a
restregarse un poco el ojo para quitarse las imperfecciones del maquillaje, yo
la ayudé y entre los dos lo dejamos como estaba al principio.
-Gracias.
-No hay de qué. –le sonreí.
-Bueno, espero que disfrutes de la fiesta. Voy con mis
amigas que están al lado de la piscina. Ya nos veremos por la universidad.
-Tranquila, no pasa nada. Yo estoy esperando a una persona
también.
Me sonrió y se despidió de mí. La vi alejarse en dirección a
la piscina donde sus amigas la recibieron. Me terminé el refresco mientras
seguía observando y escuchaba la música que sonaba de fondo. Era una música
eléctrica, típica en fiestas de universitarios. Al fin y al cabo, la fiesta no
estaba tan mal. Todo iba bien. Pedí otra bebida, pero esta vez fue un Gin tonic
con limón. El camarero me sirvió la bebida y comencé a darle pequeños sorbos
mientras observaba todo aquello. Había carteles por todos lados donde se podía
leer la palabra felicidades. Más y
más gente se iba acercando a mí, como si de un famoso para pedirme autógrafos
se tratase.
De pronto, el ritmo de la música cambió. Pusieron música más
lenta, si bien no me equivocaba, era una balada. En ese preciso instante, vi a
alguien encima de la escalera para bajar al enorme patio donde me encontraba. No
reconocí quien era pues se encontraba oculta en las sombras, pero sabía que era
una mujer, pues lucía un bonito vestido de color azul turquesa que hacía juego
con sus zapatos de tacón. Conforme fue bajando las escaleras pude ir apreciando
más detalles. El vestido era corto, de tirantes alrededor del cuello, con
adornos y remates en un azul más oscuro para que resaltaran, y con la espalda
al aire. La muchacha llevaba unos pendientes a juego y un pelo tan rubio como
los rayos de sol recogido en un bonito y sencillo moño. Al girarse y poder ver
su rostro descubrí quién era la desconocida. Se fue acercando hacia mí y pude
comprobar que iba deslumbrante. Dejaba boquiabierto a cualquier chico que la
viera y era la envidia de las demás chicas. Llegó a la barra, donde yo estaba.
-Hola Charlie, feliz cumpleaños. –me dijo Lucy subiendo una
ceja.
-¡Guau! Estás preciosa –exclamé totalmente alucinado.
-Gracias –dijo con una sonrisa en la boca.- ¿Bailamos?
Fuimos al centro de la pista donde las demás parejas se
encontraban bailando esa música lenta que hacía un momento había puesto el dj. La
agarré por la cintura y ella puso su mano derecha sobre mi hombro, las manos
que teníamos libres las entrelazamos y empezamos a balancearnos al ritmo de la
balada.
-Esta noche va a ser inolvidable –me susurró Lucy al oído.
-Eso espero –le dije yo.- Vas preciosa esta noche.
-Me he puesto así para ti –dijo guiñándome un ojo.
Los dos reíamos al unísono. Le solté la cintura y le di una
vuelta con la mano que agarraba su mano. Volvimos a la posición inicial.
-Te quiero tanto –le susurré.
-Y yo a ti –me dijo mientras sonreía.
Me besó en los labios cariñosamente, pero esta vez no le
hizo falta ponerse de puntillas ya que con los zapatos de tacón que llevaba era
igual de alta que yo o incluso más. Nos quedamos un buen rato muy pegados
mientras bailábamos pero la música cesó. Kevin aprovechó el momento.
-Quería proponer un brindis por nuestro queridísimo amigo
Charlie, que ya es mayor de edad –gritó Kevin subido a una mesa.- Compañero,
esperamos que cumplas muchos más. Nada mas decirte que esta noche será la mejor
noche de tu vida.
Rápidamente, me invadió una ola de aplausos. Yo me limité a
sonreír.
-Gracias, gracias por todo –dije a todos los allí presentes.
Seguidamente, Kevin descorchó la botella de champán y salió
disparado mojando a todos los que se encontraban alrededor. La música siguió,
pero volvió al estilo del principio. Música más movida. Después de brindar
todos juntos volvimos a la pista de baile. Todo el mundo tenía las manos en el
aire moviéndolas hacia arriba y hacia abajo. Lucy no podía parar de reír, y yo
con ella. Meneaba las caderas de un lado a otro delante de mí, sin parar de
restregarse.
-¡Estás muy subidita hoy! –grité por encima del volumen de
la música.
-¿Qué? –me gritó.
-¡Que estas muy subidita! –le repetí gritando aún más.
Esta vez sí me escuchó e hizo caso omiso a lo que le dije y
siguió bailando como si estuviera en una discoteca, al igual que los demás. Se
estaba desmelenando.
-Voy a la barra a pedir, ¿quieres algo?
-Un whiskey –le dije.
-Está bien.
Desapareció tras el bullicio de gente que se encontraba a mi
alrededor bailando. De pronto se me acercó Eric.
-¿Como lo estás pasando, colega?
-Al final no está yendo tan mal –admití.
-Te lo dije. Oye por cierto… antes en la barra te vi
hablando con una chica que estaba bastante bien. –me miró con una sonrisa
pícara en la cara.- Podrías presentármela.
-¿Kate? No la conozco mucho tío, solo va conmigo a clase de
mates y me he cruzado con ella un par de veces.
-Venga tronco, enróllate –me dijo con un cierto tono de
súplica en su voz.
Me lo pensé dos veces y al final accedí, no tenía nada de
malo intentar hacer de Cupido. Le hice un gesto con la mano para que me
siguiera y salimos de aquel bullicio de gente que saltaba y pegaba brincos como
locos. Me dirigía a donde Kate se encontraba con Eric pisándome los talones. Me
vio acercarme y me dijo:
-Eh, hola Charlie. ¿Cómo va la fiesta?
-Muy bien –le contesté yo.- Perdona, pero mi amigo quisiera
hablar contigo, creo que le gustas.
Kate miró por encima del hombro y vio a Eric detrás de mí.
-No está mal –me dijo Kate mordiéndose el labio.
Kate era una chica guapa y Eric últimamente estaba yendo a
un gimnasio de su barrio así que hacían buena combinación. Los presenté y los
dejé allí charlando mientras me marchaba. Volví a la pista de baile y Lucy ya
se encontraba allí, de espaldas a mí, por lo que no pudo verme llegar. La
abracé por la cintura.
-¿Me has echado de menos? –le pregunté al oído.
Aproveché la posición que teníamos para morderle suavemente el
lóbulo de la oreja con la filo de los dientes. Lucy se estremeció.
-No me hagas eso, aquí no. –me replicó ella mirándome a los
ojos con media sonrisa en la cara.
Me dio la bebida que me había pedido. Empecé a beber y
minutos más tarde noté como el alcohol me iba haciendo efecto.
-¿Entonces dónde? –le pregunté con voz sensual.
-Sígueme.
Me bebí el whiskey de un trago y solté el vaso en la barra.
Seguí a Lucy escaleras arriba sin soltarnos de la mano. Subimos al segundo piso
y torcimos hasta llegar a un pasillo lleno de habitaciones a los lados a
semejanza de un hotel. Lucy abrió una puerta de madera y yo entré detrás de
ella. Justo al entrar, Lucy me empujo y me tiró a un sofá que allí había. Se giró para cerrar la puerta sigilosamente. Ahora estábamos a solas.
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