martes, 8 de marzo de 2016

CAPITULO 18

Me dirigí apresuradamente hacia la parada de autobús de al lado de mi casa, escuchando a Bon Jovi en mis auriculares. El viaje en autobús duraba unos 20 minutos, pues mi casa estaba bastante retirada del centro de la ciudad. Sin embargo, el viaje se me hizo bastante breve. 
No me llevó mucho trabajo encontrar la casa de Abbey, puesto que destacaba sobre todas las demás. Era un pedazo de casa de tres plantas de un estilo muy moderno pintada de un bonito color azul que la hacía dificil de distinguir en contraste con el cielo. Llamé al timbre y a continuación la voz de Abbey sonó a traves del telefonillo invitándome a pasar. Empujé la puerta para descubrir un caminito de baldosas amarillas que llevaba hasta la entrada de la casa. Já. Me reí irónicamente. ¿Baldosas amarillas? ¿Que sería lo próximo? ¿Que apareciera un hombre de hojalata saludándome?
A ambos lados del camino se podía ver una gran extensión de césped recién cortado. Se ve que en aquella casa eran fanáticos de la jardinería, pues el césped estaba muy bien cuidado; por no hablar de la gran variedad de plantas y flores que tenían plantadas. Graciosos enanitos de jardín adornaban el césped mirando a todo el que se aventurase a entrar en aquel maravilloso hogar.
Me encaminé hacia la puerta principal. Abbey me estaba esperando con la puerta abierta. No llevaba la ropa de aquella misma mañana en la universidad. Ahora vestía una vestimenta más cómoda. Un pantalón gris de chándal y una camiseta de manga corta, con una desaliñada coleta que le caía sobre la espalda. 
-Hola -la saludé.- Se te ve acalorada.
Abbey rió escandalosamente.
-Estaba haciendo algo de deporte -me explicó ella, cerrando la puerta tras haber entrado yo.
El vestíbulo era incluso más impresionante que la entrada a la casa. El techo llegaba hasta la última planta, por donde entraba la luz a través de un gran ventanal. Todas las paredes estaban decoradas con artísticos cuadros de extravagantes pintores de los que nunca había oído hablar. 
-¿Te apetece tomar algo? ¿Un café?
-Con leche, por favor -contesté sonriendole.
Tras tomarnos un café y hablar sobre variados temas y anécdotas, Abbey me dijo:
-Necesito una ducha después del gimnasio.
-¿Gimnasio?
-Lo tenemos en el sótano. Ve mientras a mi cuarto y espérame allí. 
Asentí con la cabeza sin decir una sola palabra.
-Tardo poco, no me eches mucho de menos -me dijo guiñándome un ojo.
Inevitablemente, me ruboricé y noté como me iba poniendo rojo. Suerte que Abbey ya se había marchado. 
Sorprendentemente, no me costó encontrar su habitación. Sinceramente, pensaba que debería de haber mapas con un puntito rojo de 'Usted está aquí', para no perderse en aquella enorme casa. Su habitación estaba justo después de una gran habitación con la puerta abierta. Supuse que sería la habitación de sus padres, pues allí se encontraba una gran cama de matrimonio. 
La habitación de Abbey destacaba sobre las demás, pues era la única que tenía la puerta blanca. Era una acogedora habitación pintada de un tono morado muy agradable a la vista. En un corcho colgado de la pared se encontraban fotos de ella con sus amigos y su familia. Aparecía en una foto con sus padres y un niño más pequeño que ella. Supuse que era su hermano. La cara de su padre me resultaba tan familiar... Juraría haberlo visto antes en algún sitio.
Varios diplomas colgaban de su pared. Vaya... se ve que era una chica muy aplicada. Demasiado princesita de cuento, aquel no era mi rollo. Pero había algo en ella que me atraía.
De pronto Abbey apareció en el descansillo de la puerta y casi se me sale el corazón. 
-Con que husmeando en mis cosas ¿eh? -dijo bromeando.
-Que poco has tardado en ducharte ¿no? -solté sin saber muy bien qué decir.
-Claro, porque tú no me has acompañado... -dijo mientras una sonrisa traviesa jugaba en su boca.
Me quedé de piedra, sin saber qué decir. Aquella no parecía la chica que había conocido en el club de poesía. ¿Qué hacía tonteando conmigo? 
Después de la ducha, se había vestido con un pantalón corto que dejaba poco que hacer a la imaginación y una camiseta de tirantes, tipo pijama. Entró a la habitación y se sentó junto a mi en la cama. Se puso a recoger su húmedo pelo en una coleta. Un dulce aroma a hierbabuena acudió a mis fosas nasales.
-Bueno... ¿Y dónde está todo el mundo? -pregunté, tratando de sacar tema de conversación. 
-No hay nadie, estoy sola en casa. Hasta tarde... Bastante tarde.
-Ah -reí con una risita nerviosa. No sabía por qué, pero cada vez me estaba poniendo más de los nervios.- Bueno... ¿Nos ponemos con el poema?
-Sí, pero antes... ¿crees que podrías ayudarme a ponerme este collar? Es que me lo he quitado para ducharme.
Abbey me entregó un bonito colgante de color plateado de una especie de triangulo con un palo y un circulo dentro. Si no recordaba mal era algo referido a Harry Potter. Enrosqué el colgante alrededor de su cuello y uní el enganche, acariciando suavemente su cuello con la yema de los dedos. Al instante, me percaté de como se erizaba el vello de su piel al contacto con mis dedos. Un escalofrío le sacudió el cuerpo.
-¿Estás bien? -le pregunté.
-Mejor que nunca -se giró sin previo aviso y dio por concluida la conversación obligándome a callar con un profundo beso.
Si os soy sincero... no opuse mucha resistencia.

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